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RM 18.47

La historia de días hace tiempo olvidados… El velo del pasado se levanta, revelando la historia de las antiguas deidades y la legendaria gobernadora. ¿Cuál es el secreto del lapislázuli sagrado escondido entre las brumas del tiempo? ¿Cómo se entrelazarán los destinos, conectados por hilos del pasado distante?

Extracto del libro:
...Al darse la vuelta, Sumire vio una figura femenina surgir del interior del ciruelo. Y ante ella apareció una joven de largos cabellos que vestía ropas escarlatas.
—Señora, por favor, no tengáis miedo de mí —dijo—. Soy el espíritu del ciruelo que crece junto a este puente. Mi nombre es Umeko. El oni Kiseki, cuyo nombre has adivinado, causó problemas, no solo a mí, sino también a los espíritus locales de las piedras y el espíritu del río. Nunca hemos querido dañar a la gente y siempre hemos tenido mucho miedo de ser testigos de derramamiento de sangre. Por eso quiero daros las gracias.
—Oh, no hay necesidad —dijo Sumire modestamente.
—No os habéis sorprendido en absoluto al encontraros con Kiseki y conmigo. —Umeko sonrió—. ¿Os habíais encontrado antes con espíritus y demonios?
—Una vez fui testigo de un acontecimiento místico —replicó Sumire.
—¡Oh, ya veo! —exclamó el espíritu del ciruelo—. Eso lo explica todo. ¡Sois una persona asombrosa! Como prenda de mi gratitud, dejadme enseñaros el espejo que conoce el pasado.
—¿El espejo que muestra el pasado? —preguntó Sumire sorprendida.
—Sí —asintió Umeko. Un pequeño espejo de bronce apareció en sus manos, pintado con un patrón de colores intrincados en los bordes—. Si miráis en él, podéis ver lo que queráis. Ya sea un acontecimiento de tiempos antiguos, la vida de una persona o un espíritu. Lo único que el espejo no muestra es el destino de los objetos.
***
…Era un bochornoso día de verano. No había el más mínimo movimiento de aire.
Los sirvientes y miembros del clan Celestial sufrían por el calor. Por la tarde, el cielo empezó a adoptar una tonalidad plúmbea al irse aproximando una gran tormenta.
Amaterasu mataba el tiempo a la sombra de un árbol frondoso. Sus doncellas, Miyu y Mayu, daban aire diligentemente a su Señora con grandes abanicos.
Durante los últimos dos años, Miyu había crecido y se había ido convirtiendo en una atractiva joven. Mayu entró al servicio de las deidades poco después que su amiga. Era un año menor que Miyu, pero eso no impidió que las muchachas se hicieran amigas.
—Probablemente va a haber una fuerte tormenta esta tarde… —dijo indolentemente Amaterasu.
—Sí, mi señora, siempre hace mucho bochorno antes de una tormenta —corroboró Mayu.
—Tengo miedo de morir por un rayo… —confesó Miyu.
—¡No deberías temerlos! ¡El cielo está lejos! Y servimos a las deidades, así que no va a pasar nada —razonó su amiga.
Lo sabía perfectamente: en una tormenta, no hay que estar cerca del agua y no hay esconderse bajo un árbol. En caso contrario, los espíritus del trueno se enfadarán y te incinerarán con un rayo ardiente.
—He tenido una pesadilla hoy —dijo Miyu ignorando a su amiga —. He visto una enorme bola de fuego caer en Ashihara y cubrir de llamas a la señora Izanami…
***
Hace nueve mil años…
Era un maravilloso día de verano. Ese año el verano resultó ser extremadamente fructífero: ni frío, ni tampoco cálido. Llovió la cantidad justa.
Los adivinos de la corte del clan del Río Celestial calificaron unánimemente a esto como un buen augurio. La razón de ello era la ascensión al trono del nuevo gobernante Tei.
El clan Celestial había llegado a la Tierra hace más de mil años, desde un lugar lejano más allá del río Celestial. Se establecieron en el archipiélago al haber fundado la capital en la isla de Honshu, pero después de un par de siglos acabaron perdiendo el contacto con su lejano hogar ancestral.
El paso del tiempo no perdonó a nadie, barriendo todo a su paso. Así que, a lo largo del milenio, el clan Celestial perdió la mayoría de sus conocimientos y tecnología. Los miembros de clan se convirtieron en muchos sentidos

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